Snowdreams (Sueños de nieve)

Descomunales vergas, como grandes cañones, echando y lechando cálido esperma como nieve sobre mi cuerpo. Reconozco que me costó llegar a tener esa visión.
Desde luego que la imaginación es libre, y junto con la esperanza, una de los últimas cosas que se pueden arrebatar a un hombre.

Sonaba bien el nombre del sexshop en cuestión, Snowdreams (Sueños de nieve), pero para una tienda de equipamientos para esquiar o para una estación de esquí. ¿ Pero para un sexshop ?.
No sabía que me iba a encontrar, obviamente, como cada vez que acudo por primera vez a algún sitio.
Pagué religiosamente mi entrada... y entré.

Lavabo y apartadero con cortinillas y tabique con agujero es lo primero que me encontré tras pasar a la zona del minicine. Qué cutre!, fue mi primer pensamiento. Y ya, inmediatamente después, a mano derecha la salita de cine. Oscura como la garganta del lobo, aunque eso ya me gustaba. Me senté en el primer asiento, junto a la entrada, en espera de que la vista se me acostumbrara a aquella poca luz. Mientras veía el reportaje que estaban emitiendo. Si, si... reportaje, nada de pelicula porno. El resto era silencio.

Al cabo de unos 10 minutos que mi vista ya comenzaba a distinguir algo, ví a cuatro tíos, sentados cada uno casi en cada extremo de la sala. Esperé 10 minutillos más, a ver si alguien se movía, se animaba, o qué. Uno para ir al lavabo. Cuando regresó, aproveché yo para ir. Volví a entrar en el cine y me fui al fondo. Alli, separado del resto por una verja había un sofa a un lado y otro, más tipo sofa-cama al otro lado.

Me senté, y al poco rato, uno de los tíos se vino para donde yo estaba. Tras muchos titubeos se sentó a mi lado. Tras otros tantos de más, timidamente me metió mano. Bien !... pero no, pues al final tuve que ayudarle a sacármela. Comenzó a pajearme, pero con una desgana que se la bajaba a cualquiera. Y eso pasó. Tampoco quería que le tocaran. Acabó yéndose.

Me quedé con el rabo fuera, y ya puestos, seguí yo. Rabo y mano son viejos conocidos, asi que no tardaron en animarse y en encontrar consuelo el uno con el otro, jejeje....
Pero el tío volvió. Ya no se anduvo con tantos miramientos y fué directo al agarradero.
Y ciertamente le puso un poco más de brío a la zambomba, pero seguía sin interactuar más, ni a mi me dejaba tampoco. Y la verdad, que para hacerme una paja, o media paja en este caso, no necesito a nadie. El coñazo de reportaje no ayudaba, y los cuatro gatos ( había entrado uno más) seguían sentados.
Le hice parar, me guardé lo mío, me levanté y me fuí.

Vaya rollo de semana !!!
Aunque ya me está bien, por no hacer caso de la voz de la experiencia: "no vale la pena", me dijeron un día antes. Y así fué.

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