Efectos secundarios


Que a uno le duela las mandíbulas después de una larguísima mamada puede perfectamente ocurrir, y más si llevas cierto tiempo desentrenado en este tipo de quehaceres.
Últimamente no es el caso.
O también cierto dolor de cervicales si la posición ha sido durante mucho rato un poco forzada, como cuando lames un buen culo. Esto, a lo que no estoy especialmente habituado, me ocurría cuando se lo lamía a mi ex-Amo después de algunas semanas de no requerirme.
Incluso un poco de agujetas o dolor de rodillas cuando uno ha estado mamando en cuclillas o arrodillado durante un tiempo prolongado, más de lo que pudiera ser habitual.
Estos suelen ser los efectos secundarios de una intensa mamada. Al menos los que me pasan a mí.
Lo que ya no es tan habitual es que durante un par de días me duela la nariz o la coronilla, que es lo que me ocurrió después de una prolongada y contundente follada de boca.

Nada más entrar, cuando aún no se me había acostumbrado la vista a tan poca luz, vislumbré apoyado en la pared a un tío grandote y fortachón, tipo chicarrón del norte, vaya, que al pasar cerca de él y verme, comprobé por el rabillo del ojo, que comenzó a seguirme.
Estaba llegando al final del cuarto oscuro, ralenticé mis pasos y en apenas un suspiro me alcanzó por detrás.
Me arrinconó tras la columna y sin pensárselo dos veces me obligó a agacharme en los escalones, y sin necesidad de bajarse los pantalones, se desenfundó el pistolón, que enseguida pude comprobar que era de un calibre extra.
Todo sin violencia, pero con decisión.
Me quedé sentado en el segundo escalón, ya que en esta postura llegaba perfectamente a la altura de su polla. Él, entre el piso y el primer escalón, inclinado sobre mí.
Y comenzó a no sólo darme de mamar, sino a, literalmente, follarme la boca.
A ratos sólo la punta, otras profundizaba la penetración hasta donde podía, y otras hasta donde yo me dejaba.
Tenía que respirar, escupir de vez en cuando pues con tanta acción, ensalivaba rápidamente.
Él no cesaba un instante de bombear.
Una botellita de poppers anduvo subiendo y bajando todo el rato. Tal vez eso ayudara a aguantar los envites.
Y a cada embestida, una y otra vez, la hebilla del pantalón, que también era de calibre extra, chocaba con mi nariz.
Cuando apartaba la boca podía entreveer algo de lo pasaba alrededor. Pero muy poco, ya que mi campo visual quedaba muy limitado por la columna, mi posición sentada y la envergadura de su cuerpo sobre mí.
Me hubiera gustado verme desde esa perspectiva, Un tiarrón inclinado sobre alguien del cual sólo se le veían las patitas, y un corrillo de tíos detrás de él, curiosos.
Alguno metía mano por donde podía para comprobar si realmente estaba yo mamando y el calibre del instrumento del tío.
Alguno no sólo tocaban, sino que me la sacaban de la boca, para pajearla ellos.
Pero la recuperaba enseguida.

En algún momento, no sé si él o alguien desde atrás le descordó el cinturón, y se bajó un poco los pantalones, con lo que la dichosa hebilla me dió una tregua de unos cuantos minutos, hasta que el tío, tal vez incómodo de tener el culo al aire, no lo sé con certeza, se los volvió a subir, y hebilla y nariz volvieron a hacerse íntimos amigos.
De eso era consciente.
Pero no lo era de que constantemente y a cada empujón de polla, mi cocotera chocaba con la puerta de atrás. El margen de distancia entre coronilla y puerta debía ser mínimo, ya que mi postura agazapada y atrapada en aquel rincón no me permitía mucha movilidad.
Pero golpecito tras golpecito durante una hora de reloj, me dejo un discreto chichón no visible a los ojos, pero si sensible al tacto.
El ímpetu y empeño que ponía en la labor me hacía dudar de lo que quería. Follarme la boca hasta correrse, hasta cansarse o hasta que yo dijera basta?.
Visto el resultado, creo que se cansó, después de una hora dándome sin parar. No se corrió, ni yo tampoco.
De hecho, yo permanecí completamente vestido todo el rato, sin tocarme para nada. Difícilmente me podía correr, pues.

Decir que me dejo más caliente que una perra, francamente, es poco.
No sabía si quería más pollas por arriba o las quería por abajo.
Bueno, después de esta sobredosis, sí sabía lo que quería, pero en este cine siempre he encontrado  un poco difícil hacerlo en "condonciones".
Pero parecía tener la suerte de cara. O más bien propiamente hablando, de culo.
Al cabo de un rato, estando pajeándome en las jaulas de palets, se acercó un tío conocido de vista del local, pero con el que nunca había tenido nada, y tras toquetearme me dijo, - si me la chupas un poco, si quieres, luego te follo.
Al parecer y aún a la poca luz que había, parecía muy legible en mi cara lo que ansiaba. Porque no será siempre así ?, me pregunto.
Dicho y hecho, tras la mamada de unos poco minutos, discreta follada, con un público de dos tíos más, uno que miraba y otro que me pajeaba.
Él se corrió, pero yo no.

Estaba aún en la jaula adecentándome un poco, una vez ya sin público ni follador, cuando entró otro tío que parecía que lo tenía igual de claro que el anterior.
No me lo podía creer. Dos, allí, y en la misma tarde. Increíble.
- Vamos a un lavabo y te follo, - dijo.
- Ah, pues vale,- contesté - después de comprobar el paquete, ni muy grande, ni muy pequeño.
Realmente el tío no me gustaba. Demasiado mayor y poca gracia en el tacto.
- Mámamela y ponla dura para que te folle, - continuó, una vez ya en el lavabo.
Pero no le puse demasiado entusiasmo al hacerlo, pues el pubis no le olía demasiado bien.
Y aún así, semimorcillona, el tío se encasquetó la funda e hizo amago de follarme.
Y digo esto porque sólo le entró la punta. El prepucio, vamos. El resto de la polla quedó, semiflácida, fuera.
Aún así el tío se movía, pero no su trocito de polla, que permanecía inmóvil en mi trasero.
Te gusta ?,- preguntó varias veces.
Oh, sí, - le mentía - sigue, sigue tío,- le decía, tanto con intención de mantenerle la moral, como para evitar que la sacara y me la hiciera chupar de nuevo.
Te gusta?, maricón !, exclamó.
Si, si,- seguí mintiendo.
Me encanta tener un rabo de macho dentro de mí,- le dije - cosa que es cierta, pero no era el caso.
Acabó pronto, por suerte.
Y yo me acabé de pajear para correrme.

Fueron dos polvos..
Uno regular y otro olvidable.
Sin embargo, un dolor de narices y el chichón en la cocotera me hizo recordar durante un par de días la primera hora de aquella tarde.

Comentarios

  1. Nene, ya sabes: para mamar en ese sitio necesitas ponerte un casco. -:)

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  2. Si, hay que ponerse un casco, pero me hubiera gustado verte ahí siendo empotrado x el primer macho, x tu descripción pintaba genial.
    El primer polvo, aunque regular, almenos estaba la polla dura y si hay uno que mira y otro que te va paseando mientras te follan.....macho, yo me hubiera dado un corridón que no veas.
    Ya del segundo polvo, ni lo hubiera intentado.

    Gracias por deleitarnos.
    (Bcn1972)

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    1. Sin lugar a dudas, y aunque salí un pelín lesionado, prefiero la primera de las experiencias.

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